Desde 2013 la UER ha querido meter baza en un asunto que no reclamaba su atención y que, bajo mi punto de vista, ha roto el principio de neutralidad que debería caracterizar al festival: el orden de presentación de canciones en las galas. Si algo está bien, ¿pa’qué meneallo? ¡Con la de asuntos que tiene pendientes Jon Ola Sand para prestigiar el podrido sistema de votación!
¿Qué problema había con el cacareado orden de actuación? Que yo sepa, la UER solo dio como explicación la de favorecer que destaquen las canciones para potenciar el espectáculo pero las malas lenguas fueron más allá. Decían que si caían dos o tres canciones malas seguidas, la gente se aburría y hacía zapping. ¿Perdón? ¿Eurovisión está perdiendo audiencia a chorros? Si tan malas son, ¿no será mejor que la UER le dé un toque a las TV que seleccionan esos temas? Después de 57 años haciendo sorteo, ahora resulta que estábamos equivocados y que hay que ordenar los temas estratégicamente para que no caigan seguidos dos muy parecidos.
Otro motivo que explicaría este repentino cambio fue la aparición en 2009 de las divas Noa y Patricia Kaas en los puestos 2º y 3º. Que Israel quedara último en el televoto es algo que poca gente recuerda, pero que ahuyentaría del festival a estrellazas internacionales. Supongo que una Noa participando en el puesto 18º hubiera causado mucho mayor impacto entre los televotantes…

Gracias al sorteo de actuación la UER transmitía su neutralidad a la hora de asignar un puesto de presentación. No había favoritismos de ningún tipo y era el azar, el simple y puro azar, el que establecía algo tan delicado como el orden de presentación de canciones. Los eurofans sabemos por experiencia que no es lo mismo abrir el festival que actuar segundo, 10º, 17º o último. Recuerdo el terror que había entre los eurofans cuando se supo que nuestro representante en 2002 actuaría 5º o la alegría que les invadió al saber que la de 2009 participaría en último puesto. Luego, ¡criaturas!, descubrirían que el puesto de actuación no lo es todo.
Como no es lo mismo un festival de ocho melodís que uno de 26 canciones. No dudo que a los suecos les de buen resultado variar los estilos de las canciones en su presentación ante el público, pero la verdad es que los dos festivales no tienen el mismo target de espectadores ni la misma frecuencia de emisión. No es lo mismo aguantar a la audiencia una noche al año que ocho sábados consecutivos.
También habrá quien diga que el orden de actuación es irrelevante y que lo mismo da pero en eso no estoy de acuerdo. Siempre pongo como ejemplo el CD recopilatorio del Festival de Eurovisión. En el año 2000 BMG-Ariola ordenó las canciones del disco en función de criterios comerciales y colocó en las primeras posiciones el tema de Países Bajos, Estonia o Rusia, mientras que la canción danesa se coló en el puesto 19º y la española… bueno, mejor no hablar. Entre 2001 y 2003 las canciones se ordenaron siguiendo el estricto criterio del sorteo del orden de actuación y a partir de 2004, dado que entraban en juego semifinal y final, se recurrió a un impersonal orden alfabético según el código internacional de países. De esta manera, Andorra abrió el primer CD (mientras participó) e Irlanda fue la primera canción del segundo CD. Algo tan inocente y externo al festival como el orden de aparición de canciones en un CD no sigue ningún criterio comercial ni pone consecutivamente dos o tres temas parecidos. ¿Por qué en un CD no se establece un orden de reproducción más ajustado a criterios comerciales y en el festival sí?
Lo que está claro es que a partir de ahora, a quien le toque actuar en las primeras posiciones más le vale que vaya poniendo sus barbas a remojar, como diría el refranero español. Todos sabemos por experiencia que los espectadores europeos no están puntuales viendo Eurovisión cuando el concurso empieza y es fácil que las primeras canciones se pierdan para los televotantes, con lo que Amandine Bourgeois o ESDM tuvieron muchísima menos audiencia que Marco Mengoni o Margaret Berger. El jurado es otra cosa, porque al menos teóricamente está clavado a una silla en la sede central de su país pendiente de la votación. De todos modos, ¿cómo es posible que los países damnificados con malas posiciones en el orden de actuación del festival de 2013 no hayan puesto el grito en el cielo y hayan exigido un sorteo en condiciones?

Teorías conspirativas apuntan a que la UER nunca se sintió cómoda con el triunfo de Azerbaiyán en 2011. Aquel año las favoritas del concurso salieron en la primera mitad y los azeríes fueron aupados a causa de verse rodeados de canciones mediocres (gracias a la diosa Fortuna) y también a causa de la sonada ausencia de Turquía. Ese festival lo pudo haber ganado Eric Saade, Raphael Gualazzi, Jedward o Dino Merlin pero todos ellos vieron frustrado su deseo de ganar al ver días antes de la final que el sorteo les deparaba un puesto de actuación en la primera mitad de la tabla.
Está claro que el orden de actuación es el empujoncito definitivo que necesita una canción para ganar el festival holgadamente: Grecia actuó 19ª en 2005; Finlandia, 17ª en 2006; Serbia, 17ª en 2007; Rusia, 24ª en 2008; Noruega, 20ª en 2009; Alemania, 22ª en 2010; Azerbaiyán, 19ª en 2011 y Suecia, 17ª en 2012. Todo eso nos da una pista de la posición ideal para actuar la ganadora: la segunda mitad y preferentemente a partir del puesto 17º.
Pero es más: ¿en qué posición actuaron las segundas clasificadas que les hicieron sombra a esas ganadoras? Malta salió 3ª en 2005; Rusia, 10ª en 2006; Ucrania, 18ª en 2007 y 18ª en 2008; Islandia, 7ª en 2009; Turquía, 14º en 2010; Italia, 12º en 2011 y Rusia, 6º en 2012. ¿Era casualidad hasta 2012 que la ganadora saliera en la segunda mitad y la subcampeona, generalmente, en la primera? ¿Podría haberse aupado Dima Bilan sobre Lordi en 2006 si intercambiaran sus posiciones? ¿Y Gualazzi sobre los azeríes Eldar & Nigar? ¿MaNga sobre Lena?

Mi indignación crece al comprobar el listado de clasificadas en Eurovisión 2013, cuando el orden de actuación ya no depende de la suerte sino de la voluntad de no sabemos quien. Del Top5 de 2013, los cuatro primeros países clasificados actuaron a partir del deseado puesto 17º: Dinamarca participó en el 18º; Azerbaiyán, 20º; Ucrania, 22º y Noruega, 24º. ¡Vaya con el orden de actuación! El 5º puesto fue para Rusia, que se había presentado en el puesto 10º y luego completan el Top10 otras cuatro canciones que actuaron en la segunda mitad de la tabla: Grecia actuó 21ª; Italia, 23ª; Malta, 9ª y Hungría, 17ª.
Y la clasificación final ha venido a demostrar que el orden de actuación que se sacó de la manga la SVT no buscaba evitar la pérdida de audiencia. O sí y me explico: cuatro de las canciones del Bottom-5 actuaron entre las cinco primeras de la noche. Puestos a perder audiencia, mejor situar la bazofia entre las primeras que entre las últimas canciones del festival.
Y digo yo, ¿qué pasará cuando veamos el listado de participantes en la final del próximo 10 de mayo? ¿Deduciremos por el orden qué países ocuparán los primeros puestos y qué países se harán con las últimas posiciones? ¿Cómo se tomará cualquier cantante que le ubiquen en el puesto 5º en el orden de salida? Será como decirle «tu canción es infecta así que gracias por venir y sigue intentándolo».
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