Jorge Tove /
Hace unas semanas asistimos con estupor al cierre fulminante de la ERT (la radiotelevisión griega) y ello nos hizo pensar a muchos europeos, barbudos e imberbes, el dichoso refrán de “cuando las libertades de tu vecino veas cortar… échate a temblar”. No es así el refrán, lo sé, pero está claro que hay más barbas que libertades, y más ahora que parece más de moda lo primero que lo último. En mi caso, lo primero que me pregunté fue “¿¿Grecia se va de Eurovisióooonnn??” (ni libertades ni leches; mi subconsciente es eurofán 100%). Parece que las cosas están cambiando (a simple vista, a peor) y que con el pretexto de una supuesta y manida “austeridad”, como arguyeron con la ERT, se están desmantelando servicios que creíamos inquebrantables e incuestionables. No obstante, del mismo modo que a mí me ha dado la gana cambiar el refrán (y así lo he hecho), creo que juntos podemos cambiar muchas cosas.
Lo segundo que me vino a la cabeza (después de si Grecia iría a Eurovisión), fue “¿¿Por qué??”. Yo pensaba que una televisión pública era indispensable en un estado de derecho (no digamos ya en una dictadura), que estaba considerada como una garantía más o menos tímida de que funcionaba un país, de que un ápice de voluntad democrática persistía (aunque fuera falsa), de que algo se preocupaban los de arriba por los de abajo, para entretenernos, informarnos, manipularnos… hasta que de pronto veo que el país en el que se engendró la democracia ¡plas! se queda sin ente público. Un ente que se creía invencible hasta en la peor de las bancarrotas, para bien o para mal. La gallina de los webs de oro para todo gobierno que se precie. Pero no: ocurrió y aún no damos crédito. ¡Otro cambio para a la lista de sorpresas del siglo!: la Pantoja va a la cárcel, se puede hablar mal de los Borbones sin que te cierren el chiringuito, hay un Papa americano, Tamara es Yurena, etc. Nada es como antes.
Una vez superado el shock (no para los trabajadores de RTVE, que aún ven peligrar sus puestos de trabajo; eso por no hablar de los de Telemadrid o Canal 9, cuya situación daría para siete artículos más), nos anuncian más tarde que la cadena griega volvía a emitir, bajo una sentencia judicial que solamente garantizaba las emisiones hasta que se decidiera el futuro de los trabajadores. Un parche que nos dejaba aún más atónitos, pues se veía que la Justicia griega actuaba rápido en esos casos, pero no garantizaba nada sólido. Mientras tanto, en antena, películas griegas de cuando Cristo perdió el gorro, por lo visto con múltiples cortes y fallos técnicos, documentales, cartas de ajuste… En definitiva, los que pagamos impuestos en la Unión Europea podemos estar seguros de que nos pueden quitar cualquier servicio público con cualquier pretexto y cuando les dé la gana.

Y con respecto a Eurovisión ¿cómo queda la cosa? Pues de momento, incertidumbre total. Se sabe que deben despedir a 2.000 empleados públicos antes de que acabe el año, y a 15.000 antes de 2014. Imagino que con este drama en ciernes, lo último que estarán pensando en la cadena es si participarán o no en Eurovisión. Y también imagino que, en el supuesto de que para mayo la cadena siga abierta, la participación en Eurovisión estará desterrada de la partida de gastos.
Lo que a mí me indigna de todo esto es el curso de las cosas, la manera tan frívola y descarada en que parecemos no tener control alguno sobre los impuestos que pagamos. Sanidad, educación, comunicación, transporte… se ven constantemente amenazados por una mala gestión anterior, pero también por el intento de ciertos sectores (mal llamados “liberales”, pues menuda idea de libertad tan desalmada y prostituida) por impregnar su ideología anti-pública, aprovechándose de la delicada coyuntura que estamos pasando algunos países. Por todo ello, de momento, no nos queda más remedio que remitirnos al título del presente artículo: ¿Y si…?
El hecho de preguntarse ‘¿y si?’ en pasado es aterrador en sí mismo (¿y si la UER hubiera aceptado televisiones privadas desde el principio de los tiempos? ¿Y si Mecano hubiera ido a Eurovisión? ¿O Mónica Naranjo? ¿¿O Karmele??), no solo por lo innecesario de la hipótesis, ya que ningún experto recomendaría su uso para una vida sana y tranquila, sino porque la respuesta –sea mala o buena– no es real y da igual lo que pensemos: lo hecho, hecho está.
Pero si usamos la pregunta en futuro (a pesar de la incertidumbre en la que estamos inmersos), algunas de las respuestas que se me ocurren pueden ser alentadoras (solo algunas) e incluso positivas: ¿Y si la UER, viendo el panorama, decidiera dejar entrar a cadenas privadas en la organización del Festival? ¿Y si la UER hiciera una excepción con Grecia, y les dejara participar sin cadena propia, directamente cobrándole al gobierno un módico precio por la selección y coordinación de su delegación? ¿Y si otros países pudieran hacer lo mismo? A grandes problemas, grandes remedios, digo yo.
Quizá estoy desvariando y ni de coña se plantearán estos “ysis” (permítanme la invención del término), pero creo que los que tienen la sartén por el mango deberían planteárselos muy seriamente, a menos que deseen la muerte del Festival. Del mismo modo que se planteó el televoto y la celebración de dos semifinales, debería ser posible cambiar los criterios de participación en el Festival.
Ahora bien, Eurovisión no es solo nuestro querido Festival de la Canción; también incluye retransmisiones deportivas y demás… pero a nosotros lo que nos interesa es la música (¿o no?), y por ello creo que debemos luchar juntos por una amplia participación del mayor número de países posible, del mismo modo que nos tiramos de los pelos por llevar a un intérprete u otro. Luchar por nuestros servicios públicos es lo primero, y después, luchar por lo que nos gusta con los medios que nos dejen, de momento, y más adelante con los que consigamos gracias a esa lucha conjunta.
Mucho me temo que, para adaptarnos a estos constantes cambios que nos dejan y nos dejarán a cuadros, tendremos que preguntarnos muchos “ysis”, tanto individualmente como asociativamente. De todos depende que se queden en simples preguntas o en acciones eficaces.
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